viernes, 15 de mayo de 2009

Cuentos de Asidero: Uno y Otro

Por Asidero (*)

Nunca terminó de cerrarle el proyecto oficialista en sus ribetes zurdos, como lo prueban la inclusión de un ex militar y un médico de una empresa ahora recuperada en la boleta para concejales del Partido que domina, en las últimas elecciones legislativas. No en vano durante el conflicto con el campo, decía a sus íntimos, en tardes de paseos por el Parque, que su rol político era ser “un productor agropecuario”. Por esas mismas horas era elegido por los Notables del Partido como su Presidente local, en unción sin internas.

Siempre profesaron su irremediable otoño: siempre se las ingenió para caer bien parado. Su desgastado corazón no le impide seguir con dos vicios fundamentales: el cigarrillo y el arreo de hombres. Sabe manejarlos, sabe contentarlos, sabe poner el pecho paternal en momentos de disimulo y malestar, sabe hacerles creer que triunfaron con él.

Las historias del periodista y el político se cruzan en muchos puntos. El abuelo del periodista compartió trabajo y militancia con el padre del político. Alguna vez, éste último contaría que se hizo peronista cuando descorrió el velo de un busto peronista confundido en un galpón, una cosa que empieza con P.

Eran años duros y felices; tiempo después, el padre de uno sufriría la incertidumbre de una temporaria desaparición familiar y el abuelo del otro escondería un libro clandestino de Perón bajo el armazón del sofacama, que el periodista encontró hace poco, cuando aún contaba penas del exilio madrileño en el adiós de adentro de un sillón.

Una vez por año, con regularidad, se encuentran. Suele ser al calor de un grabador, donde quedan registradas las preguntas “pícaras” del uno y las respuestas a veces dubitativas del otro. La última vez, el político buscó aplomo y su voz resultó categórica; los amigos con los compartía mesa y micrófonos eran los que un mes antes cebaban mate al periodista en torno a una pastafrola maternal, en un domingo pigüense, entre Pino Solanas y Scalabrini Ortiz.

Molesto en su momento, el uno se conformó con mandar al otro tímidos mensajes virtuales, subyacentes con el ridículo. El político aparecía como responsable de la falta de incursión pueril y lo sabía, pero durante un tiempo se conformó con pensar que periodista estaba pagado por algún órgano de la sinarquía internacional, un partido de izquierda vernáculo que no alcanzaba a precisar o las líneas internas de su propio movimiento, las locas de la Plaza. Etcétera , fueron muchas las variantes que barajó en aquél primer momento: era ducho en la condena de traiciones, pero aquí no había ninguna. Nunca habían comulgado, y él sólo entendía el lenguaje de la lealtad o el rencor.

No hay peor astilla que la del propio palo, sin embargo. Se explica: las cobijas de la pasada militancia le quedaban grandes y eran calurosas cuando veían bañadas de preguntas. En la primera tarde, un invierno inaugural de los encuentros anuales, no la pasó bien, y negó ser sapo de otro pozo en el nicho que el otro conocía mejor, más por lecturas solitarias que por la militancia ardua que le estaba negada en el juego de lealtades que el jefe disponía.

Hoy, ya es todo distinto. Quienes parecían entonces ganadores encuentran hoy el riesgo de doler por ya no ser. No tendrá el uno problemas en salir del ocaso, al fin y al cabo es del bando de los ganadores. Del otro no se sabe qué será. Los de La Lucha por la Liberación Nacional ya no contestan sus llamados, como antes no contestaban los del Uno. Este texto quizá sea un acercamiento de lo que venga, de ahora en más.

(*) Colaborador de DiegoKenis.blogspot.com

No hay comentarios: