jueves, 9 de julio de 2009

Cuentos de Asidero: La casa de los gatos

Por Asidero (*)

Cuando la Municipalidad removió las vías para embellecer la avenida central del pueblo, perdió todo contacto con el mundo. Los transeúntes de a pie apenas se enteraron de la noticia, pues su imponente altura de gigante en un pueblo de casas bajas solía pasar desapercibida desde hacía varios años.

El galpón de acopio de cereales fue testigo del siglo, desde su ubicación de narrador en tercera persona en una ramificación urbana del nodo ferroviario de Saavedra. Tenía noticias del mundo por las vías que, en ángulo casi recto, se desprendían del ramal y cruzaban la avenida que lleva el nombre del fundador del pueblo. Aunque la compañía de energía eléctrica de junto suele confundirlo con su primo pintor y soldado Cándido, fue Cecilio López aquel primer adelantado de lo que hoy es un alma en pena que reconoce sólo dos salidas para sus hijos: el tren o el micro.

Dos generaciones ya se han ido. La tercera o cuarta antes del éxodo quizá recuerde cuando en ese galpón, que las locomotoras visitaban como amantes furtivos en el ’40, se presentaron Los Iracundos, una noche de los psicodélicos sesenta.

Hoy sólo moran en su enigmático interior gatos semisalvajes y testimoniales, que hace ya una veintena de años fueron llevados como gringos peones que, a cambio de casa y comida, ofrecían su trabajo de antídoto a las ratas que produce el abandono. Increíblemente, sobrevivieron a pestes y desolaciones: acabo de ver, al cruzar como antaño aquella vereda, un anaranjado pequeñito. Arisco, no respondió a llamados que no entendía por urbanos y, sin perder tiempo en protocolos, se metió en la casa que gobiernan, exentos de mezquindad y soledades, enhorabuena.

(*) Colaborador de DiegoKenis.Blogspot.com

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